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Si la reina Isabel II tenía una debilidad, eso eran los corgis, pues la difunta soberana era una verdadera amante de la raza de perros que durante toda su vida la acompañó. De hecho, se especuló que la reina dejó de tener más de tres de estos ejemplares a medida que fue envejeciendo, pues le preocupaba dejarlos sin la protección de un buen dueño cuando ella falleciera.
Tras su muerte, fue su nuera, Sarah Ferguson quien se quedó con la tarea de cuidar a los perros que pertenecieron a la reina, y desde entonces no ha dejado de dar muestras de que fue la persona ideal para esta entrañable ‘herencia’ pues se desvive por cuidarlos y atenderlos tal como lo llegó a hacer la monarca.
Ahora, en una reciente entrevista ‘Fergie’ ha conmovido a más de uno al revelar que se encarga de practicar una especie de ritual que haga saber a los canes que la memoria de su antigua y amorosa dueña sigue más vigente que nunca.
De acuerdo con Sarah, la reina tenía una dulce forma de premiar a sus queridos perros, dándoles premios digestivos en forma de galleta, mientras acariciaba sus trompas y ellos aleteaban felices su cola. Por ello, ha decidido hacer eso en una especie de homenaje que refuerce el recuerdo que los canes tienen de la reina.
"Cuando yo lo hago, vienen corriendo porque la recuerdan, su nariz y sus pequeñas manos... ¡Era muy dulce! Así que yo mantengo vivo el ritual", reveló Ferguson sobre Muick y Sandylos últimos corgis que pertenecieron a Isabel II.
No todo ha sido miel sobre hojuelas
A su paso por el programa ‘Lorraine’, Ferguson confesó que aunque ama profundamente a los corgis de Isabel II, sí ha tenido que lidiar con algunos conflictos ‘caninos’ entre ellos y sus perros, pues han peleado en más de una ocasión.
"Los norfolk terriers tienden a ser algo territoriales con los corgis. Pero los corgis son más grandes, así que a veces intercambian algunos golpes", dijo Sarah.
Además compartió que en algunas ocasiones recibe comentarios negativos por darles mucho alimento a los corgis, pero argumentó que a ella la hace feliz verlos contentos y reconoció que sentiría mucha culpa si los canes llegaran a pasar algún tipo de necesidad alimenticia, por lo que prefiere consentirlos con algún bocadillo especial de vez en vez. No cabe duda que la reina Isabel II dejó a sus canes en las manos ideales.
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