Marius Borg Høiby, el primogénito de la princesa Mette-Marit, sacudió los cimientos de la monarquía noruega con una serie de incidentes que evocan inevitablemente al príncipe Harry en sus años más turbulentos.
Aunque no tiene un título nobiliario ni forma parte directa de la línea sucesoria, Marius creció en el palacio de Skaugum, hogar del príncipe heredero Haakon. Su vida, marcada por constantes escándalos, continúan afectando la imagen de la familia real noruega.
Todo comenzó en agosto, cuando el joven protagonizó una violenta discusión con su exnovia Juliane Snekkestad. Bajo los efectos del alcohol y las drogas, Marius agredió a la joven, quien resultó con una conmoción cerebral, lo que llevó a la policía noruega a intervenir en su apartamento en Oslo.
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A raíz de este incidente, fue detenido y enfrenta una denuncia por violencia de género. A pesar de recibir una orden de alejamiento, el joven violó esta medida en múltiples ocasiones, lo que planteó serias inquietudes sobre su comportamiento.
No obstante, esta situación solo marcó el inicio de una cadena de eventos aún más alarmantes. Recientemente, la detención de un sicario que supuestamente fue contratado para amenazar y posiblemente asesinar a otra exnovia de Marius, Nora Haukland, dejó a la opinión pública atónita.
Esta revelación no solo incrementó la preocupación por la seguridad de quienes lo rodean, sino que también suscitó interrogantes sobre el papel de la familia real noruega en estos oscuros acontecimientos, cuestionando la capacidad de la princesa Mette-Marit para manejar la creciente controversia que rodea a su hijo.
Lo que realmente distingue a Marius de otros miembros problemáticos de la realeza no es únicamente su comportamiento errático, sino la percepción de impunidad que lo rodea. Los medios noruegos denunciaron la falta de consecuencias reales para Marius, lo que generó una creciente indignación entre los ciudadanos.
Al compararlo con el príncipe Harry, quien también fue conocido por su rebeldía y su ruptura con las tradiciones reales, se observa que, aunque ambos siguen trayectorias controvertidas, la de Marius es considerablemente más sombría.
Mientras Harry se distanció de la realeza británica en su búsqueda de una vida más auténtica y libre, Marius parece abrazar la controversia de manera desinhibida.
Utiliza el palacio de Skaugum como un escenario para fiestas descontroladas, conocidas como “Festival Skaugum”, que se han llevado a cabo durante años. Estas reuniones, cargadas de alcohol y drogas, involucraron a un grupo de amigos del joven que, según informes, llegó a robar objetos valiosos de la familia real, los cuales habrían sido vendidos en subastas clandestinas.
El eco de estos escándalos puso en una posición difícil a la familia, especialmente a su mamá, quien se mantuvo en silencio frente a las graves acusaciones. Según fuentes cercanas, la princesa estaba al tanto de las malas influencias que rodeaban a su hijo, pero su intervención parece haber sido mínima.
A pesar de la seriedad de las acusaciones, Marius no muestra señales de cambiar su estilo de vida. En su última detención, la policía encontró armas y drogas en su posesión.
En comparación, el príncipe Harry buscó la redención al convertirse en un defensor de la salud mental y los derechos humanos. Borg, por otro lado, sigue siendo un enigma, sin signos de redimir su imagen pública. Al contrario, cada nuevo escándalo parece alejarlo más de cualquier posibilidad de reconciliación con la sociedad noruega
La pregunta que muchos se hacen ahora es: ¿hasta cuándo la familia real mantendrá esta postura de silencio? Los críticos aseguran que, si no se toman medidas más drásticas, Marius podría continuar dañando la reputación de la monarquía noruega, tal como muchos temieron en su momento con el príncipe Harry y la casa real británica.
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