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Tras darse a conocer que el pasado 3 de marzo, Meghan Markle y el príncipe Harry bautizaron a su hija Lilibet Diana en el jardín de su casa de Montecito, California, la polémica surgió cuando un vocero presentó a la pequeña niña como 'princesa', lo que hizo que muchos levantaran las cejas porque sus papás renunciaron a sus roles como miembros activos de la monarquía y, además, no han parado de lanzar dardos contra sus familiares.
Sin embargo y apegados a la ley, tanto Archie Harrison como su hermana tienen derecho de ser llamados 'príncipes' porque son hijos de 'príncipe' y nietos de un Rey. Inmediatamente después trascendió la noticia de que Carlos III autorizó que a los niños se les diera el reconocimiento real.
Lo que ninguno de la familia Sussex puede hacer es ser llamados 'Su Alteza Real', debido a la renuncia de Meghan y Harry a sus roles como miembros de la casa Windsor. Debido a que Lilibet Diana nació en California y no en Estados Unidos, su título como 'princesa' no tiene ningún valor en su país de nacimiento.