Enrique Cabrera es un artista contemporáneo, mexicano --nacido en Veracruz--, multidisciplinario, afincado en Estados Unidos. Principalmente se dedica a la escultura y a la restauración, y dedica mucho de su trabajo a promover la cultura mexicana fuera de nuestras fronteras. También ha incursionado en la fotografía, en la música, y en las artes visuales. A lo largo de su carrera de más de 20 años ha recibido distintos premios y reconocimientos a su talento.
Tuvimos una interesante plática con este creador, cuyo trabajo reciente ha sido expuesto en Nueva York.
Yo soy mexicano. Nací en Poza Rica, Veracruz. Yo soy de un lugar muy pequeño, donde la gran mayoría de mis amigos trabajan en Pemex, Telmex, en un taxi o tienen un puesto de tacos. Yo he estado yendo y viniendo, como turista. Viviendo al cien por ciento ya como ciudadano americano son siete años.
Fue una evolución. Yo me inicié en la restauración durante el 2010, con el Bicentenario de la Independencia, en el entonces Distrito Federal. Tuve la oportunidad de hacer restauraciones muy importantes en México en museos…teatros.
Yo no estudié Artes, básicamente empecé de manera empírica. Yo estaba haciendo restauración a través del Centro Nacional de investigación de las Artes Plásticas. Yo estaba limpiando esculturas y objetos decorativos, no lo veía como creación artística.
Yo hice la restauración del Teatro Juárez de Guanajuato, y de algunos de los palcos de Bellas Artes. Cosas que son trascendentes, que aparentemente es como limpieza, pero van más a fondo porque es patrimonio cultural. He tenido la oportunidad de intervenir el patrimonio cultural de México y no es algo que se le da a cualquiera. Todo evolucionó de ahí.
Yo empecé a trabajar con rines deportivos de aluminio, era muy experimental. Me involucré y llegué a conocer el proceso de fundición, mantenimiento, restauración, los colores, la reacción de los metales.
Empecé a trabajar en un producto que me di cuenta de que me funcionaba para limpiar metales. Un amigo me preguntó si conocía la tienda Sanborns y me dijo que me iba a conectar con una persona a la que podía ayudar, porque necesitaban limpiar algunas piezas de una tienda. En ese momento me empecé a involucrar más con el metal, con los candiles antiguos, de latón, de bronce, barandales y demás.
En el 98 me dijo un amigo que si no me gustaría ir a Europa a hacer una restauración. Yo ya había hecho cosas importantes en ese sentido. Restauré una escultura de Winston Churchill que está por Champs-Elysées. En el hotel Scribe hice algunas cosas y conocí al manager del hotel, y me invitó a Brujas, a una fiesta con gente que le gusta el arte. Ahí, el manager de otro hotel me pidió hacer una escultura. Hice un caballo pequeño, moderno. Lo envié unos 7 u 8 meses después. En el 2000 o 2001, regresé y estaba el caballo en el lobby del hotel. Y empecé a experimentar esa parte de crear lo mío.
Trabajé con algunos gobiernos, como en Guanajuato, Aguascalientes. Entre el 2002 y 2008, me fui a vivir a Guanajuato y en todo el Bajío, que está llenó de latón y cobre. El gobernador me dijo que querían darle un regalo al presidente Felipe Calderón. Algo emblemático del estado es el Cristo del Cerro del Cubilete, me dijo “Hazlo, pero no hay dinero”. Al presidente le gustó tanto que me pidió otro para el secretario Juan Camilo Mouriño, quien no llegó a recibirlo.
En el rancho de don Vicente Fernández hice unas esculturas y ahí me presentó a otras personas, y así me fui relacionando.
Hasta hoy en día, no tengo un concepto definido porque hago un poco de todo. Hago lo que yo quiero, le pongo el precio que quiero y se lo vendo a quién yo quiero.
De alguna u otra manera, cuando logras atrapar al espectador y su atención, quiere decir que el proyecto está caminando por el rumbo que yo quiero, eso es lo más difícil.
Yo te aseguro que hay muy pocos que hayan montado su obra en el Museo del Louvre, en París, dos veces; en el Museo de Arte Mori, en Tokio; en el Museo Picasso en Francia; cuatro grandes proyectos en Nueva York; en Japón; o sea, no es muy común...
Hace 10 años que empecé a venir más y más a Miami y me invitan a participar en la feria de arte Art Basel. Yo ya había desarrollado mi escultura llamada 'Palmarius', y tenía el sueño de hacerla en grande. Entonces la hice de dos metros, la traje a Miami y la presenté en Art Basel.
Después de eso, me llegó una invitación por correo electrónico para trabajar en Florencia y en Tokio. También me llegó una invitación del departamento de promoción del Museo del Louvre en París ¡pensé que era spam! Era la organizadora de la Feria Art Shopping de París que me estaba invitando porque había visto algo mío y le gustaba cómo transmito mi esencia, mis raíces y tradiciones en el arte.
Después de eso. Tengo mi casa en México y voy de repente, pero mi base es Estados Unidos.
Empecé en Miami y eso fue lo que me catapultó. Lo que hice ahí llegó un momento en que había llegado al tope: ya había expuesto, me dieron el premio en Art Basel a la mejor escultura; hice el show más importante de la exposición en el hotel Faena, que es el hotel top del arte en Miami, y entonces dije: "A ver, ya como que aquí me comí todo lo grande, no puedo trabajar con Ferrari y luego irme con Nissan". En ese entonces estaba experimentando con proyectos en Nueva York con otros clientes, y pensé: "Tengo que brincar a Nueva York", era mi sueño.
Yo creo que cualquier artista que diga que tiene una exposición en Nueva York es wow, súper top. En cualquier galería, aunque sea una que nadie conoce. Que tengas un proyecto en Nueva York es un gran logro para cualquier artista. Sin embargo, cuando tienes cuatro esculturas expuestas en la vía pública en Nueva York y tienen millones de interacciones y 'Forbes' habla de estas obras, el 'New York Post', el 'New York Times' y el 'Washington Post', espérate, ya estamos en otro nivel.
2017 y 2018 fueron grandes años para mí porque viajé mucho, llevé mi trabajo por diferentes países. 'Palmarius', que expuse en el Rockefeller Center, la monté 35 veces en diferentes lugares del mundo.
Sí, la presenté en Art Basel; de ahí la llevé al Museo de Louvre, en París; al Museo Mori, en Tokio; la llevé a Florencia; a la Bienal de Venecia, y en el inter a muchos lugares más. En Mónaco la expuse en el Hotel Hermitage, en Beverly Hills...
La última vez que aparece públicamente esa pieza, yo ya era embajador de la Fundación del Papa, y ya había vendido una de mis piezas en 80 o 100 mil dólares, ya estaba en una escala muy superior.
El hotel Faena es un hotel top en Miami y ahí nadie puede exponer sino eres alguien importante. Una obra que está ahí permanentemente es de Damien Hirst, y vale 12 millones de dólares. Yo hice una exposición con él y fui además el artista invitado por el décimo aniversario del hotel. Esto fue en 2019.
La pandemia me permitió crear más. Soy un loco creativo, mi cabeza no para. Tengo muchos proyectos siempre. Siempre estoy creando, no me puedo estar quieto.
Durante la pandemia hice una escultura que se llama 'Naia'. En Tulum descubrieron los restos de la mujer más antigua de América. Yo hice la reconstrucción. Esa escultura está en el Parque Ecológico de Tulum, que tiene acceso desde el hotel de Roberto Palazuelos. Él nos dio las facilidades y pagó parte del proyecto para que se llevara a cabo. Yo lo admiro y respeto mucho, porque es un emprendedor entusiasta, y es una persona muy formal en mi experiencia con él.
Yo en todos mis proyectos hago series de siete piezas. Las siete 'Naias' están en Tulum, Miami, Nueva York, Tokio, Abu Dabi, Qatar y Roma, todas vendidas.
El 2020 para mí fue muy bueno. Tuve la bendición de pasar la pandemia en mi casa de Miami, y ahí desarrollé un proyecto de una serie de cráneos.
Como era un momento de mucha muerte, pensé que sería muy aventurado incluso postear un cráneo, entonces lo hice diferente con un cráneo que se llama 'The Palm', un cráneo tapado de palmeras con colores, alusivo a la vida.
Desarrollé un proyecto de un toro que iba a hacerse con la marca Lamborghini, pero no se dio.
No. El año de la pandemia en el calendario chino fue el año del mono. Los monos por esencia, por naturaleza, son cab**. El año del mono estaba terminando y venía el año del toro, fue más o menos en septiembre de 2020 que decidí hacer un toro, y ahí quedó.
En el 2021 yo ya tenía mi primer toro hecho. Salió al ruedo y regresó triunfante, vivo, brillando en color dorado y con una corona porque es un ganador, y yo eso lo representé basado en mi vida. Salimos al ruedo y regresamos triunfantes, vivos.
La primera vez que presenté al toro fue en Palm Beach, en una convención financiera de muchos países, a todo mundo le gustó y le tomaban fotos.
En Art Basel, un amigo y cliente mío de Nueva York me sugirió que expusiera una escultura ahí. Envié un correo al Meat Packing District con mi trayectoria.
En la primera semana de febrero me contestan que les comparta la idea del proyecto. Yo les presenté a mi toro dorado, en bronce, perfecto para una zona que fue el distrito de la carne, la idea era montarlo en un bloque de madera para tener una recreación de la historia del vecindario. Y me dan la oportunidad de exponer una semana.
Lo develamos el día más importante para los latinos y los mexicanos en Estados Unidos, el 5 de mayo. Fue un hitazo. El primer fin de semana tuvo casi medio billón de impresiones, una locura.
Conocí a Tishman Speyer de Rockefeller Center y le propongo hacer algo para ponerlo ahí, les encanta la idea y presento 'Palmarius' en este emblemático lugar.
Empiezo una relación con Mitsui Fudosan, uno de los desarrolladores inmobiliarios más importantes de Asia y Estados Unidos y creo el proyecto de la Gran Manzana para su edificio principal en Nueva York. El fin de semana que se inauguró, 350 mil personas escanearon el QR de la manzana para conocer el proyecto. Va a estar expuesta todo 2023.
Esta escultura está hecha de un material totalmente resistente a la intemperie que se usa para hacer piezas para los barcos, perfecto para soportar las inclemencias del tiempo a un grado extremo. Trabajo también con resinas, con fibras, pero mi metal favorito es el bronce, porque es un material vivo, con el que empecé a desarrollar mis proyectos, que reacciona con el tiempo, si hace sol, cambia; si hace frío, cambia, es térmico, es lo mejor, me encanta.
En una charla que tuve con unos diplomáticos de México y Estados Unidos me dijeron que en muchos años no han logrado en relaciones diplomáticas lo que yo a través de una escultura. He generado conexiones y creado puentes entre ambos países.
Un ejemplo, el toro dorado colocado en un sitio tan icónico en Nueva York, en el distrito de arte y la moda. 'Palmarius' estuvo en el Rockefeller Center, el edificio más icónico de la ciudad. He sido muy perseverante y persistente y me siento feliz de haber generado puentes de comunicación entre ambos países. Me siento orgulloso de lo que he logrado.
En Poza Rica me he cansado de proponerles cosas, pero prefieren hacer una ciclovía a una escultura. No quiero vender, podemos trabajar en conjunto, que yo done una escultura. Ese tipo de proyectos bien administrados generan y detonan turismo, y al haber una derrama económica se pueden hacer cosas mejores en la ciudad.
Imagínate el toro de oro en Poza Rica, automáticamente se iba a ligar con Nueva York, París, Venecia, con Japón... pero los políticos prefieren un arco gigante que diga: "Bienvenido", en tablarroca y fierro, que cuesta 25 millones de pesos y que cuando se acaba la administración, ya se está cayendo.