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El tiempo, la energía, los pensamientos y sobre todo el corazón son lo que ponen al cien por ciento miles de jóvenes y niños, algunos acompañados por sus familias, cada vez que se celebra la Semana Santa, durante las Megamisiones de Juventud y Familia Misionera, que participan por iniciativa propia en este apostolado del Regnum Christi.
Los participantes visitaron por una semana distintas comunidades necesitadas del país, no solo para evangelizar, sino para compartir, dar lo mejor de ellos y ayudar, en la medida de lo posible, a los integrantes de estas localidades. Esta ocasión fue aún más especial, pues también marcó el 25 aniversario de esta actividad de evangelización y solidaridad.
La bendición en la Basílica
Como en ocasiones anteriores, el viaje inició con una misa en la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, que se llevó a cabo el sábado 13 de abril. Varios camiones partieron a 29 estados de la República. En su maleta, estudiantes de diferentes colegios y universidades de la congregación Legionarios de Cristo llevaban la esperanza de poner su granito de arena para crear un México mejor.
El padre Ricardo Sada, director territorial de México y Centroamérica del Regnum Christi, ofició la ceremonia y destacó la importancia de este apostolado. “Dios, nuestro Señor, está feliz viendo esta celebración, aquí en la casa de su madre (...) Jesucristo nuestro Señor los ve con gusto, con ilusión, porque a través de ustedes Él quiere llegar ahí”. Aseguró además que a través del testimonio de cada uno, será posible estar presente en los rincones más lejanos y en los corazones de la gente.
Malinalco en familia
En este destino del Estado de México, cada día fue especial. Los misioneros conocieron familias que los recibieron con los brazos abiertos. Juntos vivieron el Vía Crucis, las procesiones y la representación de diversos pasajes de la Semana Santa. Ahí conocieron el amor incondicional y abrazos sinceros, sin importar el origen.
El final era inevitable, pero los viajeros dieron su promesa de volver, porque cada grupo regresa después de algunos meses para dar seguimiento a su apostolado. Aranza Anaya lleva seis misiones y nos contó que seguirá volviendo mientras las condiciones se lo permitan, porque cada vez le deja un corazón más noble esta labor. “Me acerca más a la gente y ayudo en lo que pueda y me deja ver con otros ojos, tanto a la gente como al mundo en general”, compartió emocionada.
Asesoría en dos ríos
Además de evangelizar, los misioneros también llevaron asesoría legal, sicológica y médica a la gente de Huixquilucan, para que pudieran acceder gratuitamente a esta información y arreglar las situaciones que enfrentan.
Eduardo Sánchez Laurentya terminó su carrera de abogado en la Anáhuac, pero está tan comprometido, como muchas de las familias, que continúa con esta misión. “Esta es mi octava misión y me ha dejado una gratitud con la vida, con Dios, es muy bonito ver a la gente, sus necesidades y poder ayudarlos al transmitirles un poco de los conocimientos que tenemos”, explicó el integrante de las brigadas de ayuda legal.
Por su parte Regina Peniche agradece la oportunidad de poder darle alegría y tiempo a la gente del as comunidades a través de las misiones. “Es muy bonito dejarles un consuelo a las personas, que la tienen difícil, les damos alegría y un cachito de nuestro corazón”, nos contó.
Entre los misioneros también nos encontramos a la familia Paxson, que, como cada año, se unió para dar lo mejor de sí. Roberto Paxson asegura que además del bien que hacen, ellos reciben grandes cosas. “Nosotros también nos beneficiamos y espero que logremos generar un impacto, esa es nuestra meta en cada lugar”, explicó, mientras que su hermana Mónica, quien ha participado tres veces en estos viajes, considera que ser misionero es olvidarse de uno y estar dedicado por una semana al bienestar de otros. “Entregamos lo que sabemos, porque al final es un privilegio saber y lo que queremos es compartir ”, dijo. Juan Pablo, por su parte, se mostró contento por ayudar a la gente y que ellos encuentren un sentido al buscar a Dios. Patricio agregó: “esto me enseña a valorar las cosas que tengo y agradecer los privilegios que me ha dado Jesús”.
Con los brazos abiertos en Tenancingo
Llegar a este municipio del Estado de México es como estar en casa, ahí los misioneros se encontraban con rostros conocidos, se saludaban por sus nombres, fue familiar el ambiente. Aún así había que tocar puerta por puerta para avisarles que habían llegado e invitarlos a las actividades de Semana Santa.
Isabella Castro desde muy pequeña inició su participación en actividades altruistas, recuerda que tenía siete años cuando se cambió del Oxford al Highlands. Fue cuando visitó Tenancingo por primera vez. “Las misiones son una experiencia increíble en donde tienes la oportunidad de vivir los días santos entregándote a los demás, pero creo que los misioneros somos los que más recibimos de la gente su cariño, entrega y esas ganas de salir adelante y dar lo mejor de sí”, compartió.
Para Isabela González esta ha sido una nueva aventura. Ella era misionera en su natal Venezuela y ahora, que estudia en la Anáhuac, no dudó en integrarse a Juventud y Familia Misionera. “Desde 2015 participo y me ha dejado encontrarme con una realidad diferente a la mía y con personas que son nobles, a pesar de todo lo que tienen o no tienen, que te abren las puertas de su casa, te suman a su familia y te muestran lo que es Dios en cualquier lugar y como él se manifiesta y no abandona a nadie”.
Alexa Cervantes ha sumado, durante las tres veces que ha participado en esta experiencia, muchos buenos momentos. “Siento gran paz interior cada vez que vengo, es algo inexplicable”, nos dijo mientras recorría las calles de esta localidad.
Ana Laura Castillo lleva siete años participando y cada vez recibe más a nivel espiritual, según nos explica. “Poder ver la realidad de otras personas es una gran experiencia, nosotros venimos a enseñarles el evangelio, pero la verdad ellos son los que nos dan más. Las historias de las personas me han ayudado a crecer”, consideró.
Jornadas en familia en Atlacomulco
El Santo Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, transmitía que todos los hombres se pueden santificar a través de su trabajo y así lo demostraron sus fieles en las pasadas Jornadas en Familia, en donde alumnos y padres de familia de la Universidad Panamericana viajaron a diferentes estados de la República Mexicana y ayudaron a las comunidades más necesitadas del país.
Un grupo de jóvenes provenientes de Puebla, Veracruz, Guadalajara y de la Ciudad de México hicieron el viaje para llegar a la localidad de Bobashi de Guadalupe, en Atlacomulco, Estado de México, en donde atendieron las principales necesidades de la gente.
Ana Victoria Paredes, estudiante de la UP de Guadalajara, nos contó sobre su participación en las Jornadas en Familia, a las que ha ido seis veces consecutivas. Nos platicó que detrás del grupo que comanda hay mucha gente interesada en apoyar. “Estas actividades son increíbles, comenzamos mucho antes de la Semana Santa; con la ayuda de mucha gente juntamos artículos de limpieza, despensas, dulces y todo lo que se puede solventar las necesidades que tiene el pueblo al que vinimos”, nos contó mientras cargaba a Lalo, un niño del lugar que participó en los juegos organizados por el grupo.
Durante la jornada también ofrecieron pláticas religiosas y personales con las mamás en donde les pidieron nunca perder la fe. “Nos prestaron el hospital de la Asociación Mazahua y ahí dormimos toda la semana. Estar aquí es compartir con la gente sus necesidades, en la tarde todas las señoras se organizaron y nos hicieron una comida para agradecernosla ayuda”, nos dijo Mercedes Ruz, quien se encargó de las plática con las madres de familia para formarlas personal y espiritualmente.
Platicamos también con el Padre José María Fernández, capellán del Colegio Liceo del Valle y de Los Altos, en Guadalajara. El sacerdote aseguró que lo primero que les enseñan a las niñas es a no hacer turismo social’, es decir, ir solo a ensuciarse para quedar bien con los demás, sino comprometerse con las causas y ayudar.
Toneladas de ayuda en Poza Onda
Antes de viajar a Morelos, las familias del Centro Escolar Cedros, que participaron en los 10 años de Jornadas en Familia, juntaron todo tipo de enseres para llevar a los pobladores. Así fue como 14 familias organizadas por la Asociación de Padres y Amigos del Centro Escolar Cedros vivieron la Semana Santa en esta comunidad del municipio de Zacatepec de Hidalgo, en el Estado de Morelos, comandados por Laura Ruschke.
“Desde mes y medio antes le pedimos ayuda a las 800 familias que conforman el colegio; a ellos les pedimos que nos ayudaran a juntarla mayor cantidad de ropa, zapatos, artículos del hogar, cobijas, platos y cosas útiles para toda esta gente que tanto lo necesita”, nos contó Laura, quien, juntoa su esposo Mauricio Almagro, preside la Asociación de Padres y Amigos. “Este año nos fue increíble. La idea es formar a los habitantes espiritual y personalmente para que no pierdan su fe ni caigan en la delincuencia”.
Caminamos por la iglesia, donde se hicieron trabajos de remodelación y ahí encontramos a Gabriel Garza, quien con brocha en mano y lleno de tierra y pintura nos confesó que su familia lleva años asistiendo, pero es la primera vez que los acompaña.
“Por cuestiones de trabajo no había tenido la oportunidad de acompañar a mi esposa e hijos y te juro que no vuelvo a faltar, es una tarea que te llena el corazón de gozo y alegría”, dijo Gabriel, quien además nos contó que trabajar a 40 grados de temperatura también es un reto, pero a pesar del calor, frío, incomodidades para comer, dormir y bañarse, los voluntarios aseguraron que el próximo año regresarán a la comunidad y aportarán nuevas cosas para crear un mejor país.
Un cierre lleno de emociones
El domingo 21 de abril desde muy temprano ya estaba lista la explanada de la Universidad Anáhuac Campus Norte. Ahí un gran altar esperaba la llegada de 125 sacerdotes que participarían en la misa de clausura y de otros 20 que trabajarían en los confesionarios. Poco a poco llegaron los misioneros para cerrar con broche de oro esta gran semana, gritos de júbilo, porras, cantos, el clásico: “¡El que no grite no es misionero!”, y la voz de Rodrigo Mena, quien cantó algunos temas creados por los estudiantes, fue lo que se escuchó previo a la misa.
Durante la ceremonia hubo un momento emotivo cuando 36 mujeres y 27 hombres, todos aún estudiantes, pasaron al altar. ¿El motivo? Anunciar su decisión de irse por un año como colaboradores para apoyar diversas necesidades del Regnum Chirsiti, convirtiendo esta experiencia en su apostolado.
Una de las asistentes, Isabel Suinaga, quien lleva tres años asistiendo como misionera y ha visitado diferentes comunidades, nos compartió que esta vez su labor fue en Malinalco en el Estado de México.“Es increíble estar aquí, me llena mucho y también me encanta venir a evangelizar a las personas, porque siento que la religión católica es algo muy grande y se tiene que compartir”, dijo feliz.
Andrés Wurtz cambió ocho años consecutivos de asistir al tradicional torneo de golf de Semana Santa en Cuernavaca junto a su amigo Héctor Slim por ir a su primer viaje como misionero junto a otros 17 voluntarios. Tras su regreso a la Ciudad de México nos contó que vivió la semana en la que más ha aprendido de la vida. “Es la primera vez que vengo y no lo cambiaría por nada. Es impresionante lo que aprendes, vives y lo que sientes al ver la necesidad de los demás. Sin duda, la semana más valiosa de mi vida”, dijo el joven estudiante de sexto semestre de Administración de Empresas en la Universidad Anáhuac Campus Norte. “Yo creo que el próximo año tampoco me verán en el golf, estaré aquí con mi familia misionera”, dijo el joven quien estuvo en San Bartolo Tutotepec, Hidalgo.
Minutos después, en la misa de clausura, Janine Haneine nos contó que ella estuvo en Huixquilucan, en el pueblo de la Glorieta y el Guarda. “Las misiones es el mejor trabajo que podemos hacer por Dios, es ir a servir, a dedicar una semana a las personas, no solamente a las que más lo necesitan, sino hablar de Dios y también ir a compartir un momento con nuestros amigos. Es tener un encuentro con nosotros mismos”, compartió.
Por su parte, Mónica S. Aziz nos explicó: “Las misiones son una gran oportunidad para entregarnos a los demás, para ser agradecidos con todo lo que tenemos y poder llevar un mensaje de amor y esperanza a las personas que no lo tienen”, mientras que para René Aziz las misiones son parte de su vida, pues desde que tiene ocho años de edad ha participado activamente: “Es una experiencia inolvidable, me ha cambiado en alformadeveralmundo, la realidad de mi país y mi acercamiento con Dios”, dijo.
Así, culminó la edición 25 de las llamadas Megamisiones de Juventud y Familia Misionera, movimiento que ya trabaja en la organización del siguiente año.