María Félix, la Doña, fue una personalidad tan única, que logró morir en el mismo día en el que nació: el 8 de abril. De ella, dijo alguna vez Octavio Paz: "María Félix nació dos veces: sus padres la engendraron y luego, ella, se inventó a sí misma" y así fue, justamente.
Mucho más que sus dotes para la actuación, fueron su impresionante belleza y fuerte presencia, su escandalosa vida amorosa, su actitud siempre desafiante y sus frases lapidarias, las que la mantuvieron siempre en la cima de la celebridad. Fue, sin embargo, una de las pocas actrices mexicanas de la época del cine de oro que logró dar el salto a una carrera internacional, pues trabajó en España, Italia, Francia e incluso en Argentina, aunque el grueso de su carrera y su fama los obtuvo en México. Nunca trabajó en Hollywood, aunque tuvo la oportunidad, pero siempre aseguró no haberse arrepentido de esa decisión.
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Nació en Álamos, Sonora, el 8 de abril de 1914, tuvo 11 hermanos, e inició su carrera artística en 1943, a los 29 años, después de divorciarse en 1938 de su primer marido, Enrique Álvarez Alatorre, padre de su único hijo, Enrique Álvarez Félix, quien también se dedicó a la actuación y quien murió antes que ella.
Después de Álvarez Alatorre, se casó con el "músico poeta", Agustín Lara; con el actor y cantante Jorge Negrete y con el banquero francés de origen rumano, Álex Berger, pero tuvo varios sonados romances en los intermedios de sus matrimonios, incluso uno en Francia, intermitente pero muy prolongado, con una mujer, Suzanne Baulé, conocida como "Frede".
Desde muy joven, destacó por su físico y participó en varios concursos de belleza que habitualmente ganaba. Con el tiempo, sus éxitos cinematográficos y sus matrimonios, su imagen se fue transformando en símbolo de glamour, presencia y elegancia. La Doña fue vestida en distintas épocas de su vida por los modistas más destacados del momento como Dior, Givenchy, Yves Saint Laurent y Balenciaga, entre otros y fue llamada "la mujer más hermosa del mundo" en revistas de gran prestigio como "Life", "Paris Match" o "Esquire".
Su personalidad fue tan arrolladora que incluso, la famosa casa de joyería Cartier, creadora de algunas de sus joyas más emblemáticas como el collar de serpiente y el de cocodrilos, creó un diseño de reloj en su honor, bautizado como "la Doña".
Una de sus características más destacables fue que creó un estilo inconfundible que replicó hasta el último de sus 88 años. Aquí, te compartimos algunas de sus claves.
(Foto: Archivo El Universal)
Una de sus características más destacables. Aunque la moda fue y vino, enfatizando las cejas muy delgadas en los 60 y otras vez en los 90, María Félix siempre delineó las suyas igual: gruesas y con un arco muy pronunciado. Sus cejas, su lunar y su impresionante mirada son sus rasgos faciales más legendarios.
(Foto: Archivo El Universal)
María Félix siempre estuvo consciente de la belleza de sus ojos y de la impresionante intensidad de su mirada, por eso fue que durante toda su vida destacó estos rasgos con un delineado negro y el uso frecuente de pestañas postizas, aún cuando no estuvieran de moda.
Su intención nunca era la de ser o parecer moderna, sino siempre la de resaltar sus rasgos más bellos.
(Foto: AP)
La Doña sabía bien que los labios rojos son atemporales y dado que su boca, aunque ni gruesa ni carnosa, estaba muy bien delineada, la hacía destacar con el siempre poderoso rojo.
Aún cuando los cánones convencionales de belleza prohíben el lipstick rojo a las mujeres mayores de 60 años, María escribía --siempre con éxito-- sus propias reglas.
Las cascadas de pelo negro y ondulado en una larga melena acompañaron a la Félix también durante toda su vida. En un principio sus ondas fueron negras y lustrosas y en sus años posteriores de un color caoba intenso.
María nunca tuvo el pelo corto --otra vez contra los convencionalismos que dictan "años largos, pelo cortos"--, y por décadas, lo peinó con volumen y sujeto por peinetas a los lados del rostro.
Si hay algo a lo que María Félix amó más que a los hombres, esas fueron las joyas. Poseedora de un gusto excéntrico en este sentido, las piezas discretas nunca fueron lo suyo.
Comisionó a la prestigiada casa Cartier estos legendarios dos collares. En 1968, el epítome de su época glamourosa, mandó a hacer su famoso collar de serpiente de ¡2 mil 473 diamantes!, esmeraldas y esmalte montados sobre platino, oro blanco y oro amarillo.
Después, en 1975, según cuenta la leyenda, volvió a Cartier con un cocodrilo bebé y les pidió que lo replicaran en piedras y metales preciosos. La casa joyera creó dos piezas que se pueden unir. Uno de los cocodrilos del enorme collar tiene "escamas" de diamantes amarillos y el otro de esmeraldas, este último con ojos de rubí.
Sin embargo, estas dos impresionantes piezas no fueron, por mucho, sus únicas joyas espectaculares, poseía, y usaba, innumerables anillos y brazaletes y tuvo unos enormes aretes en forma de serpientes enroscadas.
Fueron varios modistos los que se encargaron de su guardarropa a partir de los años 50, incluidos el español Cristóbal Balenciaga, Givenchy, Dior, Saint Laurent y otros. En la foto se ven dos caftanes chalecos de Christian Dior, que fueron subastados junto con muchos de sus objetos personales en 2007 por la casa Christie's.
María siempre fue amante de la opulencia y esto se tradujo en la elección de sus prendas. El dorado fue definitivamente uno de sus "colores" favoritos, tanto en prendas como en joyería.
Solía complementar sus looks con abrigos de pieles exóticas y extravagantes sombreros, así como su inolvidable puro.