The Bright Side| 30/06/2016 |16:51 |The Bright Side | Actualizada
30/06/2016 16:51

Poner límites es un tema que a veces cuesta mucho trabajo. Nos educan para ser “buenas personas” y como tales debemos ser lindos con todo el mundo. Creemos que decir “no”, nos coloca en un estado de vulnerabilidad porque tememos ser rechazados, sin embargo, hacerlo de manera asertiva nos da poder.

En una relación sana, existe un equilibrio entre lo que se da y lo que se toma y así se desenvuelve de manera amorosa. (Me refiero a todo tipo de relaciones). Cuando el otro pide más de lo que da y uno sigue dando por miedo a quedarse solo, se rompe este equilibrio, porque el flujo ya no va de ida y vuelta, la balanza se inclina hacia un sólo lado.

El que no pone límites se siente drenado y por raro que parezca, lo más seguro es que efectivamente se quede solo, porque deja en deuda al otro. Imagínalo así: cuando dos personas se dan y toman de manera equilibrada, ambos están en un lugar digno y pueden mirarse a los ojos. Si uno de ellos da más de lo que recibe, es como si empezara a subirse a una escalera y si lo hace de manera constante, la distancia entre ambos hará que ya no puedan mirarse a los ojos como iguales. Si es muy grande esta brecha, lo más seguro es que quien está abajo (el que recibe) se sienta tan distante del otro, que se acabará yendo. Sí, se cumplirá la profecía de quedarse solo, pero ¡provocado por el que da de más!

Otra creencia es que decir “no” nos hace personas inflexibles. La maestría está en saber cuándo acceder y cuándo no. Es la práctica lo que nos enseña la manera de hacerlo.

Los límites son sanos tanto para quien los pone, como para la otra persona. Dan seguridad a ambos. También recibir un “no” como respuesta puede impulsarnos a crecer, porque entendemos que si realmente queremos algo, tal vez haya que trabajar más en ello.

El “sí” y el “no” son neutrales, el peso se lo damos de acuerdo a las circunstancias. No siempre el “sí” es lo positivo y el “no” lo negativo. Al entenderlo así, nos sentiremos más libres cuando vayamos a utilizarlos.

El tema aquí es el respeto, tanto a nosotros mismos como a los demás. Si entendemos cuáles son nuestros negociables y cuáles no, podremos dar respuestas desde nuestro corazón y recibirlas de igual manera.