A mi tío Charly…
El principio de la evolución del hombre es la adaptación. Al frío, a la cosecha, la caza, al clan… a cualquier característica que incremente la supervivencia. Misma que no podía haber sido sin la familia. Los hijos somos un método de subsistencia de la especie. Nuestro rol, como herederos en la sociedad, será la misma y con el fin de transmitir conocimientos. Tradiciones y líneas de pensamiento con base en experiencias que nos permitirán progresar con más holgura. Curiosamente toda esta enorme idea, que estoy intentando expresar, se maniobra en torno a la mesa.
El término “mesa” proviene de la raíz proto indo-europea mems que significa carne. Efectivamente es el lugar donde se coloca la carne... Pero la carne tiene su historia. ¡Imaginen la caza! Una tarea complicada para el hombre del Neolítico. Conquistar la pulpa salvaje fue una labor difícil que requirió de la creación de armas blancas, los clanes y el fuego.
La primera vez que el homus erectus se sentó a compartir sus alimentos fue en torno a una hoguera… De ahí deriva la palabra hogar. Bajo esta lupa, la carne y el fuego nos determinan. Son los elementos obligatorios de la coexistencia. Estamos vivos porque hemos aprendido a convivir. De lo contrario hubiéramos quedado extintos en la era de hielo, en las guerras, en la revolución industrial, en la era nuclear, en tecnología. Tras este recuento me permito cambiar el aire de este espacio.
En esta ocasión, querido lector, no busco expresar mi experiencia en la gastronomía. Pues sería una falsa sabiduría si no logro arrebatarle el corazón a la virtud del amor. Un consomé de pollo con pan tostado, gelatina y jugo de manzana pueden ser la médula que ata al cuerpo al tiempo. La muerte es la culminación suprema de la existencia. ¡No todo tiene que estar ahí! Hay cosas que permanecen vivas en el fuego del corazón ¡Esa es la verdadera trascendencia! La identidad del alma que se reconoce entre lágrimas, abrazos y falta de hambre.
¿Sabes cual fue mi comida preferida este año? ¡Ese consomé de pollo! Quizá parezca muy simple. Pero, para la ironía de mi carrera ha resultado la más placentera. La confianza de la inmortalidad reside en lo intangible. La carne y el fuego terminan por ser alegoría del corazón y el cuerpo. Cuerpo y sangre…