Existe una tendencia muy fuerte a enfocarnos en lo negativo: las noticias en los medios de comunicación hablan de tragedias, fraudes, terrorismo… las telenovelas son historias en las que toda la trama son sucesos desafortunados, hasta que llega el final feliz después de no sé cuántos capítulos. En ciertos grupos en las redes sociales, las publicaciones que tienen más seguidores son en las que se cuentan anécdotas a veces muy trágicas. No me malinterpretes, no estoy diciendo que la vida no tenga momentos difíciles, créeme que los he vivido y muchas veces. A lo que me refiero es a que estamos condicionados a buscar el “grano en el arroz” y a enfocarnos en lo negativo, tal vez porque la queja nos sea una manera “fácil” de expresarnos.
Pero ¿sabes cuánta energía gastamos en eso? A veces parecería que nos llama mucho la atención crearnos problemas tal vez para convencernos de que somos capaces de resolverlos. Y esto lo hacemos en todas las áreas de nuestra vida: familiar, relaciones y financiera. Durante muchos años yo decía que me gustaba “tomar el camino de Caperucita y con obstáculos”. Hoy me duelen los hombros al recordar cuántas veces lo dije. Y lo peor es que era verdad. ¿Cuál era la necesidad de hacer esto? ¿Qué no era más fácil tomar el camino del lobo y llegar más pronto? No, porque el lobo era “malo” y la Caperucita era la “buena”.
Son tantas las ideas que nos han implantado y que hemos comprado a través de los siglos en los que nos dicen frases como “el trabajo es trabajo y por eso cuesta”, “amar es sufrir”, “una buena madre es la que se sacrifica por su familia”. Y parecería que quien goza de la vida y la disfruta es un marciano, porque aquí se viene a pasársela mal y el que haga lo contrario es un egoísta.
El mejor regalo que tenemos es el libre albedrío, el poder elegir de qué manera vamos a experimentar nuestra propia vida. ¿De qué sirve vivir reprochándonos lo que según nosotros hicimos mal o lo que nuestros padres hicieron mal? Cada vez que volvemos la vista hacia el pasado, estamos perdiendo una valiosísima oportunidad de vivir en el presente, que es lo único que tenemos en este momento.
Es muy personal la decisión de vivir en el trauma y en el drama o elegir el gozo cada día y en cada momento. Los detalles que normalmente consideramos insignificantes son los que nos hacen el día más alegre. Te propongo que durante la próxima semana inicies con algo muy sencillo: saluda a cuantas personas se crucen contigo y sonríeles… a ver qué pasa.