Hemos escuchado muchas veces el término codependencia y para mucho@s es algo que les asusta. Ponernos la etiqueta de codependiente suena muy fuerte, sin embargo, podría ser que en nuestras relaciones estemos manifestando esta tendencia y al detectar este tipo de actitudes, será más fácil salirnos de esta dinámica. La codependencia es una dependencia a los demás. Es cuando permitimos que la conducta del otro nos afecte y nos obsesionamos al tratar de cambiarlo. Los codependientes se muestran como controladores, pero en realidad son ellos los que son controlados. El lema de los codependientes es: “Tu problema es mi problema”, ya que lo que buscan es resolver a toda costa la dificultad del otro. La codependencia se da en triángulos. Éste empieza con una “víctima”, es decir, alguien que no tiene los recursos para salir de una situación. Si nosotros sentimos que sí podemos ayudarlo nos ponemos en el lugar del “salvador”. Este es el más atractivo, ya que nos hace sentir útiles y fuertes. Lo que sucede aquí es que el otro no se deja auxiliar, ni sigue nuestros consejos y tampoco reconoce todo el esfuerzo que estamos haciendo por él o ella.
Como consecuencia, nos sentimos impotentes, frustrados y enojados y lo único que nos interesa es poner solución al evento a toda costa. Es aquí cuando el “salvador” se convierte en “perseguidor”, y lo que en un principio hizo con amabilidad y apoyo, ahora lo reclama y exige, ya que considera que el otro está mal y sigue con sus problemas porque NO le hace caso. Y empieza a sentirse triste al no ser valorado por sus consejos y buena fe y termina como “víctima”.
Y como no hay víctima sin perseguidor, ahora el otro toma el rol y nos va a tratar de rescatar de esta situación.Cada quien tiene una tendencia, ya sea a ser víctimas o salvadores. En el primer caso, sientes que necesitas que alguien venga a auxiliarte con tus problemas porque crees que eres incapaz de resolverlos. En el segundo, cada vez que ves a alguien vulnerable, te sientes atraído y deseas protegerlo. Es importante darnos cuenta cada vez que nos sintamos en una u otra postura. La manera de resolver esto es sentirnos tan poderosos como el otro. Cuando dos personas se ven a los ojos y reconocen la fuerza que hay en cada uno de ellos, no habrá necesidad de ponerse abajo o arriba. Los dos reconocen su propio valor y el del otro y cada quien se dedica a trabajar en sus asuntos de una manera sana.