Estoy en Denver tomando una súper clase que se llama “Elección de posibilidades”. Me esperé hasta el último momento para escribir este texto ya que sabía que encontraría algún tema aquí. Llevo ocho horas en un salón. No hemos siquiera abierto el manual. Todo el día los participantes hemos estado haciendo preguntas. Lo mejor es que no hay respuestas. Nos hemos encontrado con más preguntas. Ya he escrito acerca del poder que tienen éstas, sin embargo, el día de hoy realmente he encontrado la potencia de hacerlas.
Cada vez que hacemos una pregunta y buscamos la respuesta “correcta” estamos cerrándonos a todas las posibilidades que están ahí esperándonos y que pueden ser mucho más grandiosas de lo que esperamos. Cada vez que concluimos, dejamos al Universo “sin trabajo” para regalarnos todo lo que tiene para ofrecernos. Si te la pasas diciendo que “ese fue el mejor momento de tu vida, o la mejor relación o el mejor trabajo” y aún no has encontrado algo más padre. ¿Será que ya diste por un hecho que no podrá existir algo más maravilloso?
Creo que a veces no nos damos cuenta del poder que tenemos cuando elegimos. Si nuestro punto de vista crea nuestra realidad. ¿Cuántos puntos de vista limitantes hemos comprado como nuestros, si es que no nos gusta nuestra vida? ¿Y cuántas mentiras nos contamos para sostener eso?
¿Cuál es el valor de mantener a toda costa un punto de vista que es una mentira para nosotros? ¿Qué es lo que ‘amamos’ de odiar lo que decimos odiar y al mismo tiempo no hacemos nada para cambiarlo? Decimos que algo no nos gusta y seguimos al pie de la letra “Más vale malo por conocido, que bueno por conocer”. ¿Cuándo decidiste que el cambio era necesariamente malo? Tal vez éste no es el texto que esperábamos.
Esta vez no tengo respuestas, ni afirmaciones. Mi contribución el día de hoy es invitarte a que hagas preguntas acerca de todo lo que se te ocurra y que te muerdas la lengua antes de contestar. Percibe en tu cuerpo el espacio que se crea cuando las haces y date la oportunidad de recibir lo que venga sin juicio, sin miedo. Entre más espacio haya, más opciones llegarán y podrás elegir de un menú más amplio. Es como si cada vez que vas a un restaurante, no ves más allá de la primera página de la carta. Pregúntale al mesero: “¿qué más hay?” Y haz lo mismo en tu vida.