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Ya estaba de cierta manera anunciado, pero siempre conmociona enormemente cuando ocurre. El 25 de junio, en su casa, León Bessudo le apretó la mano a su hija Patty por última vez y su esposa Raquel y su hija mayor Doris se despidieron de él. León tenía 79 años.
Madre e hija nos abren las puertas de su casa para recordar con cariño al empresario, para hacer un recuento de su vida, de las buenas y las malas experiencias pero, sobre todo, el recuento de una historia de amor de 55 años que comenzó cuando un arrojado joven decidió que aquella impresionantemente guapa adolescente de 16 años se convertiría algún día en su esposa. Y así lo fue, justamente un año y dos meses después de aquella fiesta del 28 de abril, día que ella celebraba su cumpleaños, y que nunca imaginó que el amor de su vida llegaría.
Pero antes de contar la historia de amor de esta pareja, platicamos con Raquel y Doris sobre cómo fueron los últimos momentos de León, a quien a pesar de su enfermedad, su esposa siempre lo animaba a salir a los eventos sociales, aunque fuera en silla de ruedas, y siempre se tomaba una foto con él para los fotógrafos. Hasta el último día, esa adolescente de apellido Birman, a quien León señaló y le dijo a su hermano: “con esa güerita me voy a casar ”, lo amó con todo su ser.
“Todavía no me cae el veinte de que realmente ya no está. Todavía veo su ropa, sus cosas, todavía pienso que tengo que ir a comprar algo para León… y me acuerdo que ya no está. Me cuesta mucho trabajo. No acabo de decir ‘dónde está mi gordo’”, nos dijo Raquel en la intimidad de su casa y en la primera declaración que da a un medio tras fallecer su compañero de vida. Te puede interesar: Muere León Bessudo Sourasky
Ella nos platica que León ya no estaba consciente de la realidad desde hace varios meses y que siente que ya no quería vivir más por su enfermedad. Una semana antes de fallecer le hicieron una colostomía y todo indica que no la resistió. “Yo creo que León en el fondo dijo: “es mi tiempo”. No sufrió, yo creo que le vino un paro porque dejó de respirar y se nos fue. Fuimos como locos por el oxígeno, pero ya nada funcionaba. De alguna manera llegó mi hija a sustituir a León, está viviendo conmigo y me está haciendo mucha compañía. Me hace decir, ‘se fue mi gordo, pero ahora está mi hija’. Claro, la tengo prestada”, dice Raquel mostrándose optimista, pues Doris vive en Los Ángeles con su esposo Jorge Dorenbaum y sus dos hijos Natan y Joella.
Ambas nos dicen que al empresario le diagnosticaron Lewy Body Dementia, con síntomas parecidos al Parkinson y al Alzheimer, hace cinco años y que decidieron no contarle nunca para no alarmarlo aún más, además de que ya tenía diabetes desde hace más de 40 años. Poco a poco ya había ido perdiendo la capacidad de moverse y empezaba también a tener problemas cognitivos. Desde ese momento, León se fue apagando paulatinamente, pocas veces pronunciaba el nombre de Raquel y su familia llevaba ya tiempo en proceso de duelo, por lo que aunque les dolió muchísimo su muerte, no fue un shock tan repentino.
Sin embargo, Raquel y Doris recuerdan que fue un trágico evento, hace 38 años, lo que ocasionó el declive de León.
El dramático suceso que cambió para siempre a León
Fue en 1980 cuando León y Raquel vivieron la peor experiencia que le puede ocurrir a unos padres: perdieron a su hijo Isaac.
Raquel nos cuenta que su hijo, con 13 años de edad, recibió en la cara un golpe por accidente de un compañero, que sabía karate, en el colegio Americano mientras jugaban futbol. Un chavo que hasta la fecha sufre cuando ve a Raquel pues se acuerda de aquel trágico momento.
Al recibir el golpe, Isaac fue llevado de inmediato al hospital en donde le hicieron unos estudios en la cabeza y no apareció ninguna lesión. En lugar de ir a su casa, él prefirió irse con su hermana Doris, quien a los pocos momentos se dio cuenta que su hermano se estaba quedando dormido y, sabiendo que había tenido un accidente, lo volvió a llevar al hospital. De inmediato llamaron a Raquel y a León para informarles que su hijo venía muy golpeado y que lo tenían que llevar a terapia intensiva. “Yo le daba besos, pero no reaccionaba”, agrega Raquel cuando se acuerda de aquel fatal día. En ese momento Isaac estaba inconsciente, pero cuando le pusieron una inyección, se levanta, grita y se desvanece. “León y yo atrás empezamos a gritar como idiotas ‘qué le hicieron, nos lo mataron’”, recuerda ella, muy triste.
A la semana del accidente murió Isaac Bessudo Birman y su papá nunca volvió a ser el mismo. “Ese momento para León fue el acabose. Era su chiquito, era su hombre, después de dos mujeres. Esa muerte lo bajó demasiado. Quizá su mente sí quería seguir, pero su cuerpo ya estaba dañado. Lo vi muy triste, muy acongojado y yo le dije: ‘a ver gordo, éramos cinco, somos cuatro y te pones las pilas, porque yo sola no me voy a quedar a cuidar a mis hijas’, dijo la socialité. Y es que Raquel nos asegura que nunca ha sufrido tanto en su vida como aquel día, pero que su personalidad no es la de llorar en público. Una cosa que le impresionó muchísimo es que fue la primera vez que vio a su esposo llorar, pues ni en el funeral de su propia mamá lo había hecho.
Una de las partes que más sufrió Raquel después fue cuando llegaban a su casa todos los amigos de su hijo para darle el pésame y no podía soportar verlos y preguntarse por qué ellos sí vivían y su hijito no. Lo que siempre atesorará es que, a pesar de su corta edad, Isaac ya había conocido todo el mundo, pues a los Bessudo les encantaba viajar y conocer lugares exóticos. “Era el niño más guapo de este mundo, además era un angelito. Le daba un reloj, por ejemplo, y le preguntaba dónde estaba y decía que le había fascinado a alguien y se lo había regalado”, recuerda Raquel, quien además rememora que por este suceso su hija Patty no pudo celebrar sus quince años con una fiesta, como sí la tuvo Doris.
Durante estas palabras, Doris escucha a su mamá con atención. Ella estuvo presente, más que nadie, durante la tragedia, y la recuerda como si fuera ayer. Si bien su mamá no es de llorar en público, Doris no puede evitar que le salgan las lágrimas a raudales al recordar ese día y cómo cambió su papá tras este. “Realmente cuando muere mi hermano es la primera vez que lo vi muy mal y ya nunca fue el mismo. Yo me dedicaba a hacerlo reír y que su vida regresara a la normalidad. Mi mami fue más fuerte la verdad, pero dormíamos los cuatro juntos en la cama y en la noche yo escuchaba llantos de mi papá como un perrito. Nunca había oído algo igual. Yo decidí bloquear lo de mi hermano para estar fuerte, para sacar a la familia adelante e incluso con mi hermana nunca hemos hablado de esto hasta la fecha”, dijo con la voz entrecortada.
El carácter de León era tan fuerte, y el de su hijo muy diferente, que un día Isaac le confesó a su mamá que él no podría con la carga de la empresa Jarritos, empresa fundada por el papá de León. Así dicen ambas que era él, demasiado maduro para su edad que antes de cumplir 13 años ya podía emitir este tipo de juicios.
Doris, por su parte, nos revela que ella se rebeló mucho contra su papá, pues no le gustaba cómo trataba a su mamá y que no le diera libertades. Eso la hizo ser una mujer que espera que el hombre la respete y que le dé su lugar. “Él era un hombre con muchos amigos y por otro lado era muy exigente con mi mamá. En algún momento dado le llegué a tener coraje porque yo me acuerdo que en uno de sus enojos la aventaba contra la cama que casi le pega porque un traje estaba mal planchado o porque unos calcetines no eran el par. Yo me le enfrentaba a él y defendía a mi mamá. De milagro no acabé con coraje a todos los hombres porque, lo que sí yo me dije a mí misma, es que si me llegaba a casar jamás permitiría que me tratara así mi esposo como mi papá trató a mi mamá. Hasta que dio la vuelta. Una vez que muere mi hermano, él se convirtió en otra persona. Mi papá era el macho de machos y a mi mamá la traía corta. Si se maquillaba demasiado le daba una furia que a mí me daba tanto miedo que me metía al baño con ella y le pedía ‘mami no te pongas mucho rímel, no te pongas mucho lipstick’”, confesó y agregó que aunque su mamá pudo dejar a su papá en varias ocasiones, siempre fue más grande el amor y las ganas de vencer los obstáculos y no darse por vencido.
De igual manera Raquel recuerda cómo la transformación de su esposo fue impresionante tras la tragedia. “Cambió León, porque mi León era adorable, pero de un carácter fuertísimo. Como un león. Celoso, que yo decía que Otelo era pequeño comparado con él. Yo no me podía mover sin que se enojara por algo. Era de los que encontraba su camisa y veía que un botón se le estaba cayendo y se la quitaba rompiéndola. Así era mi gordo, muy especial. Pero siempre fue muy cariñoso, adoraba a sus hijas”, dijo.
Así era León Bessudo
Las dos coinciden en que León era el papá más consentidor y divertido. Era el alma de la fiesta, poseía una personalidad súper seductora, tenía muchos amigos y le encantaba hacer reuniones. De él Doris dice que heredó su buen sentido del humor y la capacidad de hacer click con la gente de manera muy rápida. Platica además que la relación entre su papá y su esposo Jorge Dorembaum era excelente, al grado que era a él a quien León le confesaba lo mal que se sentía por su enfermedad para no angustiar a su familia. Como abuelo para sus hijos dice que era el más presente y que dejaba todo para ir hasta Los Ángeles para verlos y acompañarlos a sus clases de soccer y natación.
Y es que León además tenía un impresionante carisma. A todos hacía reír y en cualquier evento resaltaba su divertida personalidad.
Una de las anécdotas que recuerda Doris de pequeña, justamente sobre este rasgo de su padre, es que cuando viajaban en crucero su papá solía bromear que ya estaba listo para la típica captain’s night, aunque llevara solo la parte de arriba del tuxedo y abajo boxers, lo que hacía que sus tres hijos se rieran a carcajadas. “Yo de chiquita era muy aprensiva e hipocondríaca y él se dedicaba a hacerme reír para que se me quitara esa angustia y esa ansiedad. Yo creo que yo heredé eso de él porque ahora yo me dedico a hacerla reír ya que me cuesta mucho trabajo verla sufrir, igual que a mi papá le costaba trabajo vernos sufrir”, dijo.
De su papá, Doris admiraba su honestidad y su rectitud, pues dice que no era capaz ni de saltarse una fila para llegar antes. Al empresario le encantaba tocar el piano, nadaba mucho y en general le gustaba hacer todo tipo de ejercicios. De hecho, no recuerda que alguna vez su papá la regañara a ella o a sus hermanos, pues en realidad su mamá era a la que le tocaba ese papel más estricto, de lo consentidor que era él.
León y Raquel: una historia de amor de 55 años
Raquel bromea cuando habla sobre su boda con León y la califica, riendo, de un “infanticidio”. Ella tenía 17 años y él 23 años cuando se casaron. A los 18 años tuvo a Doris y a los 21 a la familia completa.
En su primera salida como novios, recuerda que fueron a ver a Sara Montiel en un cuplé y que él le confesó que había salido con muchas mujeres antes que ella. “Yo no entiendo cómo yo toda deslavada y preparatoriana con calcetas me escogió. Me quedé un poco shockeada porque era muy mujeriego, pero fue tal lo que me expresó de amor que creo que ya nunca tuvo la inquietud de tener más mujeres”, dijo y recuerda otras anécdotas, como que una de las primeras cosas que recibió de él fueron toneladas de refrescos Jarritos. A León también le fascinaba llevar a su entonces novia a cenar, al cine y al circo Atayde Hermanos.
Raquel admite que se casó sin saber lo que era el matrimonio, pues sus papás nunca le explicaron lo que era y que así se acostumbraba. Así que un día, en la casa donde vivía con sus padres en La Condesa, estos recibieron a los de León con champagne para celebrar la pedida de mano.
La pareja se casó en el jockey club en 1963 porque el papá de él, Isaac Bessudo, tenía caballos, y bailaron My Way como su primera canción como esposos. De luna de miel viajaron a Miami, Los Ángeles y Las Vegas.
Lo que más le encantaba hacer a los Bessudo era viajar por todo el mundo y es que además León tenía que visitar muchos lugares por trabajo. En muchas ocasiones llevaban a sus hijos y disfrutaban en especial los viajes en barco.
A las anécdotas de su mamá, Doris reacciona sorprendida o riendo, pues algunas no las conocía. Lo que sí recuerda es que cuando viajaban sin sus hijos, ella se le colgaba de la pierna a su mamá para intentar que la llevara.
Al hablar de su vida como casada, Raquel dice que fue muy linda, pero que a la vez ella era una princesa en una jaula de oro, pues su esposo le pedía estar en su casa todos los días a las cinco de la tarde, una hora a la que obviamente ella no tenía ningún interés en llegar.
“Le empecé a decir enemil cantidad de mentiras para hacer mis cosas. Y que me cacha un día. Yo estaba apoyando a mi cuñada Estela, que tenía la galería Estela Shapiro, y estábamos en el San Ángel Inn con Tamayo, en un gran evento. Y que llega Bessudo. Me dijo: ‘a ver, vamos al bar a platicar’. Yo me estaba muriendo porque le dije que se me había descompuesto el coche y se dio cuenta que no era cierto. Me dijo ‘me estás diciendo mentiras, nos vamos a divorciar’. Y le dije ‘tienes razón, te estoy diciendo mentiras’ y empecé a llorar. Y entonces me dijo ‘¿me vas a seguir diciendo mentiras?’, y le dije ‘en la vida. Quiero nada más que me dejes ser. Que me dejes estudiar, que me dejes apoyar a tu hermana en la galería y no puedo estar a las cinco de la tarde en la casa. Yo no necesito más hombres que tú, tú eres el hombre más importante en mi vida, entonces entiéndeme’. A partir de ahí, empecé a vivir realmente mi existencia. Le dije ‘no quiero ser la esposa de León Bessudo, quiero ser Raquel Bessudo’. Y me dijo ‘ok’… siguió checándome, pero me dejaba ser”, nos confesó.
Y es que todos los que conocen a Raquel, así sea mucho o poco, saben lo tremendamente activa que es y la gran inteligencia que posee. Su encantadora personalidad y su increíble carisma tenían que ser disfrutados por más gente. No era natural para ella quedarse siempre en su casa, sino estar presente siempre en los mejores eventos, apoyando causas filantrópicas, para impulsar el arte, relacionadas con moda y muchas otras más.
Cincuenta y cinco años son una cifra millonaria en el matrimonio. ¿Qué recomienda Raquel para durar tanto? “Lo más importante es que sientas algo muy especial con esa pareja que encontraste, que sientas que no puedes vivir sin él. Te tiene que mover desde la punta del pie hasta el último pelo. León me movió el piso, yo tenía mis planes muy claros. Si no lo hubiera encontrado sería una intelectual en la UNAM, feliz dando clases. A todos les digo que encuentren esa emoción de estar con esa persona y nunca perderla. Tener esos detalles que hacen que la vida se vuelva maravillosa”, contestó.
Si pudiera regresar el tiempo dice que “con los ojos cerrados” se volvería a casar con León y repetiría estos 55 años, que aunque lo peor fue la muerte de su hijo, todo lo demás no lo cambiaría.
Al final, la vida da giros inesperados y hasta un tanto irónicos. El hombre protector, fuerte y macho que era León, cambió por las circunstancias y fue Raquel quien hasta el último momento de su vida lo cuidó y nunca se separó de su lado. “Lo amé. Le doy gracias a Dios que encontré al amor de mi vida y que, aunque tuvimos etapas duras, acabó comprendiendo que el propósito no es dominar a la mujer, sino ser su cómplice”, dijo segura y con una sonrisa. Continúa leyendo: La historia de amor entre Raquel Birman y León Bessudo