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“Quiero que éste sea mi año porque 2016 ha sido la prueba más fuerte que he tenido”. Es lo primero que dice Eugenia Debayle al comenzar la única entrevista que ha dado tras el paro cardíaco que sufrió a casi dos años de distancia (el 24 de mayo de 2016) y por el que estuvo en coma 11 días. Y se lo creemos. La editora de The Beauty Effect regresó de la muerte, literalmente, pues falleció por tres minutos, debido al shock de la mezcla de dos medicamentos cuando se realizaba un sencillo procedimiento médico en un hospital de nuestra ciudad. Nos asegura que fue un error humano, pues muchas personas se han hecho este procedimiento pero por razones que aún no comprende, en su cuerpo reaccionó como si fuera un cortocircuito.
Para contarnos cómo ha salido adelante, la hermana menor de Martha Debayle nos abre las puertas de su departamento en la Ciudad de México, más guapa que nunca y usando unos súper looks. “Ni modo, saldré en tenis en las fotos”, nos dice riendo con su característico sentido del humor, ese que todos conocemos muy bien en las hermanas Debayle, y que no ha perdido. Después, durante la entrevista nos explica que aún no puede usar tacones, pues su pierna izquierda quedó en tan malas condiciones que estuvieron a punto de amputársela y continúa en proceso de rehabilitación. Sin embargo, al verla nadie pensaría que tuvo este riesgo pues camina con naturalidad. Eso si, posa con unos tenis blancos de Balenciaga. Eugenia no pierde ni el glamour ni el sentido del humor.
Su casa, que se encuentra en plena remodelación de interiores, es muy del estilo de ella, con distintos elementos, mucho color y personalidad, con muebles de distintas texturas y épocas. También es un lugar en el que, a pesar de lo que ella y su pareja han vivido, definitivamente es armónico y al entrar, se tiene una sensación de paz.
UNA NUEVA EUGENIA
Eugenia es una persona distinta, ahora, tras el accidente. Una mejor versión de ella misma. La experiencia de ver de cerca a la muerte la hizo repensar su vida y plantearse absolutamente todo.
Ahora sabe que la vida no se puede planear, que de la nada te puede hacer una jugada y cambiarte todo. “Yo era súper activa, muy comprometida con mi trabajo, siempre estaba de aquí para allá. Es una interrupción que te da la vida. Que te dice: ‘un momento, te paras aquí’. De repente estoy en una cama, tratando de rehabilitarme, de hacer cosas simples y cotidianas de todos los días que ni siquiera te das cuenta. El vestirme sola, pararme, caminar, comer, poder agarrar el tenedor con una mano. Son cosas que yo tuve que reaprender”, nos dice ya con mucha tranquilidad y dejándonos ver que está en paz con lo que le sucedió y con ganas de seguir luchando.
Ahora ella es la que decide cómo quiere vivir cada día y con quién, pues asegura que ha eliminado a gente que no le hacía ningún bien. “Y esto me ha traído una gran enseñanza. Yo no conocía muchas cosas de mí. Yo no sabía que era tan fuerte, tan compasiva. No sabía que tenía tantas cosas y que no las había explorado. He aprendido tantas cosas de mí que si esto no me hubiera pasado, no las sabría. Es información que no puedes encontrar en ningún lado, solamente cuando te pasa algo así”, agregó.
Nos explicó que el que estuvieran a punto de amputarle la pierna derecha se debe a que, al estar en coma, el cuerpo se encarga de mandar sangre a los órganos más importantes, como al corazón y al hígado. Y deja en segundo plano a las extremidades, por lo que su mano izquierda también sufrió un impacto a nivel neurológico. “Mi doctor hizo todo y me salvó la pierna. Y aquí estoy. Es una historia bien interesante porque vas aprendiendo mucho del cuerpo humano y también de la voluntad que tenemos todos para salir adelante. Porque luego la gente me dice: ‘es que yo no hubiera podido’. Y todo el mundo puede. Es algo que tenemos todos adentro y eso vence todo”. Después de usar andadera por varios meses y tres férulas, ya puede caminar sin ayuda de nada ni nadie. Ya puede usar bien su mano y recuperó el habla, que aunque dice que mucha gente no se lo nota, ella todavía siente que no articula bien del todo. “Mi rehabilitación ha sido muy buena, creo que ya estoy en un 85 por ciento bien, entonces realmente ya es afinar detalles de caminar perfectamente bien, hablar bien. Cosas que tal vez la gente no nota, pero yo sí. Quiero regresar a lo más normal que más se pueda. Si se puede regresar a un cien por ciento, qué bueno. Al principio, no veía la luz y ahorita siento que ya brinqué la barda y ya estoy del otro lado viendo la vida desde un lugar más tranquilo, más contenta y más en paz”, dijo. Sin embargo, Eugenia posee la otra gran característica de las hermanas Debayle: la de hablar hasta por los codos y ser la más expresiva. Si ella siente que aún no puede articular completamente bien, nadie se lo podría notar.
"Me siento más en paz conmigo misma, más contenta con quien soy, con mi piel. Hoy me gusto muchísimo más que antes"
EL DESPERTAR DEL COMA
No es fácil hablar de una experiencia tan fuerte como la que vivió Eugenia y nos confiesa que hace dos meses no hubiera podido hacerlo, pero cada día va avanzando y le sirve platicar cada vez más del tema para mejorar. Fueron 11 días los que estuvo en coma, sobreviviendo gracias a la ayuda de varias máquinas, y al despertar dice que pensó que la habían operado de algo. “Me tardé muchos meses, incluso ya fuera del hospital, en captar todo lo que me había pasado. En el hospital empecé a darme cuenta de que no podía caminar bien, que estaba limitada físicamente y ya me empezaron a contar las historias. Yo no pregunté mucho”, nos cuenta.
Nos explica además que, al despertar, los medicamentos le impedían entender qué pasaba, sin embargo, siempre sintió que había algo internamente en ella que la impulsaba a seguir adelante y a luchar, aunque no estuviera consciente. “Yo siento que esa parte quiso luchar y me quise quedar aquí. Siento que ese algo venía de mí, del alma”, dice. Es difícil pronunciar esas palabras pues es admitir y asumir que estuvo a punto de cruzar a la eternidad, pero Eugenia las pronuncia fuerte y sin temor.
Hoy habla de esta experiencia como un renacimiento en toda la extensión de la palabra, con el que pudo regresar no sólo a la vida, sino a ser una mejor persona. En ese proceso se perdió una Eugenia, pero regresó otra. En palabras de ella, una más compasiva, libre y feliz.
Al regresar a su casa, tras más de dos meses en el hospital, regresó muy cansada y confiesa que tanto tiempo ahí casi la volvió loca. Su perro “Romeo” la recibió al llegar y el primer día todo fue felicidad, aunque la dura realidad le llegó al día siguiente cuando realmente se dio cuenta que no podía hacer nada sola. Ni hablar, ni caminar ni bañarse sin la ayuda de alguien más. “Me sentía una recién nacida en el cuerpo de una mujer de 44 años. No controlaba nada. Ahí es un duelo, porque ves cómo pierdes muchas cosas. Mi seguridad en hablar, mi seguridad en cómo me veía, en caminar. Pero de eso aprendes más seguridad”, expresó.
EL MILAGRO DE EUGENIA
Con esta energía, fuerza y positivismo con la que nos habla Eugenia, se puede decir que ya está del otro lado. Y que con esos valores enfrentó lo que le pasaba día con día. “Llorando y caminando”, como le dice su hermana Martha, y levantándose cada día aunque no quisiera. “Yo creo que los doctores no se lo explican. Para ellos ha sido súper sorpresivo. La retroalimentación que he recibido de ellos ha sido tan positiva que eso me da mucho ánimo. Ya me quitaron muchos medicamentos, tenía como 20 doctores, un doctor del hígado, uno del riñón, otros del corazón, del cerebro y todos me han dado de alta. Entonces estoy contenta”, nos comenta con gran alivio.
En este proceso de recuperación nos dice que su fe tuvo mucho que ver. Siempre ha creído en Dios, pero esto la llevó a desarrollar una conexión con Él y a pedirle su ayuda cada día. Así ha aprendido a manejar sus pensamientos, a ser más agradecida y a ver esta experiencia y todo lo que pasa como una enseñanza y una serie de bendiciones ocultas. No ha querido vivir como víctima.
Por supuesto que hubo muchos momentos en los que dijo “ya, por favor”, en los que no se podía levantar de la cama. “Había días en los que me levantaba histérica, no queriendo ir a la oficina, me quería quedar en la cama. Pero me forzaba a hacerlo. Eso me ha ayudado mucho a salir adelante”, confesó.
“Siento que todos pensamos que todo lo podemos controlar. Y esto me mostró que no controlas ni madres"
“SIENTO QUE GANÉ”
En este balance que Eugenia hace de su vida antes y después de lo que sucedió, entre lo que perdió y lo que ganó, ella está convencida de que ganó. Ahora entiende que lo que le pasó es un regalo que le dio la vida, una oportunidad de descubrir muchas cosas de ella que desconocía. “Antes yo era más aprehensiva, mas controladora, me desesperaba si algo no salía como yo quería. Y ahora todo lo veo desde un lugar en el que todo fluya. Me siento más en paz conmigo misma. Me siento más contenta con quien soy, con mi piel. Hoy me gusto muchísimo más que antes”, afirma sin ninguna duda.
Para ella, es verdadera la frase: “Dios no le da nada a nadie que no pueda soportar” y que, aunque hay personas que le dicen que no habrían podido afrontar lo que le pasó a ella, para Eugenia todos somos capaces de hacerlo. Que cuando la vida te pone frente a estas dificultades, todos pueden soportar todo.
En esta experiencia una de las cosas importantes que siente que ganó fue la paciencia. “Tuve que aprenderla a trancazos. Yo no tenía paciencia de nada, hasta en la fila del banco era desesperada. Y ahora tengo una paciencia de santa. Un doctor me dijo ‘la paciencia es la ciencia de la paz’. Cuando tú estás en paz contigo, tienes paciencia, porque sabes que todo va a pasar y todo va a llegar. Y ya le tengo paciencia a mi cuerpo, a mi pierna”, reveló.
Actualmente las terapias de Eugenia han disminuido, pues de tomar cinco al día ahora solo va a tres a la semana y acudió con una terapeuta para lidiar con el estrés postraumático del accidente.
Como además perdió mucha masa muscular, en algunas semanas ya podrá a hacer ejercicio para recuperarla.
Lo que importa es la nueva Eugenia, la que ha salido adelante después de todo lo que vivió. La que vive ahora cada minuto como quiere, la que se deshizo de amistades tóxicas para seguir sanando.
“Siento que todos pensamos que todo lo podemos controlar. Y esto me mostró que no controlas ni madres. Ahora, cada día, lo quiero vivir como yo quiero. Yo soy la que decido si quiero estar de buen humor y contenta. Y quiero estar rodeada siempre de gente que me haga bien. Me siento desapegada de las cosas materiales y mucho más libre. Me siento más conectada con quien soy yo”, nos cuenta.
Y en este “recuento de los daños”, como diría una canción, le hacemos a Eugenia Debayle la pregunta más difícil: ¿volverías a pasar por lo que te ocurrió? Ella mira hacia el techo mientras dice que es una pregunta dificilísima. Pero, así como ha mostrado una tremenda seguridad contestando el resto de las preguntas, dice: “Sí. Creo que por algo lo tenía que vivir. Creo que no me lo querría saltar. Y creo que me está dando tanta riqueza a nivel personal y todo este aprendizaje que he tenido, y que no se encuentra en ningún lado. Siento que no querría perdérmelo. Me lo quiero quedar”, concluye.
Una Eugenia más libre, más feliz y con más confianza en sí misma llegará al altar este año para celebrar la boda que postergó hace dos años con Servio Tulio Acuña. Pero definitivamente llegará una Eugenia mucho más enamorada de su futuro esposo y, claro, de la vida.
SERVIO, SU GRAN AMOR Y FUTURO ESPOSO
De su novio Servio Tulio, con quien ya lleva ocho años de relación, no tiene más que las más grandes palabras de amor y agradecimiento. Con él se encontraba en el hospital cuando su cuerpo colapsó tras la reacción de dos medicamentos. Fue él quien se encargó de avisarle a su familia y de cuidarla en todo momento, así como de animarla y apoyarla en sus etapas más oscuras. Hablando con Eugenia sobre él nos enteramos que tenían planes de casarse cuando pasó este accidente, pero nos confiesa feliz que ya este año se casarán. De su futuro esposo dice que ya no tiene que comprobarle a nadie la relación que tienen, pues el apoyarla incondicionalmente durante esta experiencia fue la más grande prueba de amor que le pudo dar. “Servio ya no tiene nada que comprobarme. El pasar por ese proceso y todo lo que necesitaba yo. Estuve como una niña chiquita, tuvo una gran paciencia. Yo explotaba, me irritaba, lloraba, me deprimía. No quería ir a la terapia y me tenía que obligar. Fue muy buen enfermero. Después de lo que hemos vivido él y yo, yo no tengo que comprobarle a nadie mi relación con él. Creo que ya está todo dicho”, cuenta muy enamorada.
Nos revela que incluso ¡ya tiene vestido de novia! No nos lo pudo enseñar en ese momento porque lo tiene que ir a recoger a Nueva York, pero nos adelanta los detalles de éste. “Es de una diseñadora española que se llama YolanCris. Cuando entré a la tienda yo describí lo que quería, y cuando sacan el vestido me lo pongo y dije ‘es éste, me lo llevo’. Es un vestido espectacular. Es un estilo elegante, yo no quiero ser una novia sexy. Está divino”, asegura y agrega riendo que lo que más quiere es poder ya usar zapatos para el día de su boda.
"He aprendido tantas cosas de mí que si esto no me hubiera pasado, no las sabría"
MARTHA, SU HERMANA Y SOULMATE
La otra gran incondicional en esta difícil experiencia fue su hermana mayor Martha Debayle, de quien dice que desde pequeñas están “pegadas con kola loka”. Ella le solucionaba muchas cosas de la vida diaria y estuvo presente en cada momento de su enfermedad. “La adoro” nos dice Eugenia.
Esta experiencia le sirvió además como un gran encuentro familiar. Ella es la menor de cinco hermanos, de los cuales una vive en Montana, otro en Houston, Martha, otro hermano y su mamá en la Ciudad de México y su papá en Costa Rica. “Somos una familia muy unida a pesar de vivir separados”, dice. Todos vinieron a estar con ella y apoyarla, lo que hizo que la familia se uniera aún más.
Si la Eugenia de antes era una persona interesante, esta nueva versión lo es aún más. Con mucha desenvoltura posó ante el fotógrafo y en todo momento no dejó de hacer bromas y de divertirse, de disfrutar el momento. Y, sobre todo, de disfrutarse a sí misma. Nos despedimos de ella sintiéndonos inspirados por su historia, misma que tiene intención de plasmar en un libro, y en el que seguro incluirá su frase favorita: “Never, never, never give up” (Nunca, nunca, nunca te des por vencido).
EUGENIA DEBAYLE EN CORTO
Canción favorita:
Under Pressure
Pintor favorito:
Gustave Klimt
Película favorita:
The Sound of Music
Lectura que te ha marcado:
La historia Interminable, de Michael Ende
Beauty product favorito:
Aceite de oliva
Siempre quiero...
Más
Lo que más te choca:
La gente agresiva
Lo que más te gusta de ti:
Mi sentido del humor
Lo que más te choca de ti:
Nada me choca de mí
Tu role model:
Mi mamá
Con qué personaje de la historia te tomarías un café:
Con Oscar Wilde
Felicidad es:
Estar contento en tu día a día
Frase:
“Never, never never give up”, de Winston Churchill
Objeto del deseo:
Quiero algo que tenga una esmeralda
Cómo quisieras ser recordada:
Como una persona que hace feliz a los demás