Manolo Caro y Óscar Uriel comparten la pasión por el cine y su relación cada vez se hace más fuerte. (Fotos: Edgar Silva Fuentes y Leo Gómez)
Manolo Caro y Óscar Uriel nos contaron sobre los retos que han enfrentado y también sus grandes logros. Juntos son el gran dúo del actual cine mexicano.
MANOLO CARO
¿Qué significa para ti posar el día de hoy junto a tu hermano?
Es muy divertido, ha sido todo un proceso porque justo ahora nos piden mucho que asistamos a cosas juntos, lo cual es muy grato pues siempre entre nosotros hay una complicidad y una confianza que no habrá con alguien más. Me encanta verlo, somos muy unidos, hablamos mucho por teléfono, nos vemos muy seguido, pero estas cosas nos sacan de la rutina y nos ayudan a ponernos de acuerdo en temas familiares, por ejemplo, estamos a punto de iniciar un viaje a Nueva York.
¿Cómo fue crecer juntos en sus trayectorias?, ¿cómo se apoyan?
Ha sido un vaivén porque Óscar se vino mucho antes que yo a la Ciudad de México, empezó su carrera con mucha fuerza en la televisión, después decidió entrar en el mundo de la crítica donde ha tenido muy buena aceptación. Yo estaba muy chavo y no sabía exactamente qué era lo que iba a hacer de mi vida. Empecé a estudiar arquitectura y justo un día se me prendió el foco de venirme a probar suerte. Cuando llegué, él ya estaba aquí y eso me facilitó mucho las cosas, pues aunque siempre hemos vivido separados, hay veces que me quedo a dormir en su casa.
¿Qué tanto influye como crítico?
Lo que me dice mi hermano es algo que me importa mucho, siempre le pido consejos, le hablo para consultarle cierto tipo de elencos, también cuando tengo un texto terminado, se lo paso para que lo lea. De hecho, creo que mi nuevo filme será el proyecto que más le va a sorprender porque ha habido una distancia en todo el proceso creativo, lo cual tiene que ver con una madurez, en el sentido de que mi hermano siempre estará ahí como crítico, pero que el respeto profesional es la clave para crecer.
¿Cómo inició tu gusto por el cine?
Siempre me gustó, yo soy como el cliché del director de cine pues siempre me atrajo la idea de andar con una cámara. A los ocho años, le pedí a Santa Claus que me trajera una y grababa a mis primos, me gustaba ir al cine, ver todo tipo de géneros, me encantaba ir al teatro, de hecho iba solo. Mi familia no es la típica familia que te inculca ese arte desde pequeño, así que Óscar y yo somos como los raros de la familia.
¿Cuál es la diferencia de la manera en que veías el cine de niño a como la ves ahora?
Lo único que está mal en esta profesión es que tu óptica de cómo ves los proyectos cambia, entonces de niño me volcaba sin ningún tipo de criterio ante las historias y ahora ya desarrollé ciertas virtudes muy raras, por ejemplo, desde que ejerzo la dirección de cine, me puedo dar cuenta rápidamente de los errores de continuidad y ciertos detalles de ese tipo. Yo creo que en eso ha cambiado, sin embargo, me interesa e intento cada día dejarme sorprender y no estar juzgando lo que veo porque sino perdería magia lo que hago.
¿Ves en el cine un refugio para ti?
Sí, veo un lugar en el que me puedo sentir más seguro, en un lugar donde puedo ser yo, donde puedo hablar. Claro que este trabajo es un poco más rudo de lo que la gente ve, pues siempre estás en una vitrina expuesto a que te critiquen. Dedicarte a esto es algo muy enriquecedor personalmente, ya que es como si fueras al psicoanalista sin tener que pagar un peso y hasta te pagan por hacerlo.
¿Qué tanto salen tus demonios internos cuando escribes?
Mucho, en mis personajes están mis más grandes demonios, pero también mis más grandes seres de luz, tanto las cosas locas y perversas que he pensado en algún momento las canalizo por ahí, como otro tipo de cosas en las que a veces pienso, por ejemplo, cómo me gustaría ser tan paciente como “Julia” en “No sé si cortarme las venas o dejármelas largas”, o que me gustaría dejarme sorprender como un “Nicolás” en “Nunca es tarde para aprender francés”.
¿Cuáles son esos demonios?
Tengo muchos, pero más allá de los demonios, lo que me mueve o lo que me gusta plasmar es hablar de una libertad, de darle una bofetada con guante blanco a ciertos perjuicios que yo mismo tengo porque la sociedad así me los ha impuesto, así que me gusta darme cuenta de qué temas o asignaturas pendientes tengo que reconocer en mí, para plasmarlo en historias e intentar permearlos en la sociedad.
¿Has podido sanar heridas del pasado?
Sí, claro. Queda la cicatriz pero sí se superan, se ponen en otro lugar y se entienden de otras maneras.
¿Tienes alguna anécdota de este tipo?
Hay unas muy privadas, pero una es que sané toda una relación sentimental con “Amor de mis amores”. Justamente me habían roto el corazón muy fuerte, pasé por un proceso muy complicado. Me fui a España, que es donde estudié, me topé con mi maestro, Juan Carlos Corazza, quien ha sido mi gurú en todo el proceso de grabación, y haciendo un ejercicio me dijo que mejor me saliera del salón, que fuera a llorar a mi cuarto de hotel, tomara un lápiz y me pusiera a escribir, así fue como surgió esa película. Ahora es el filme que más disfruto ver pues ya no me recuerda el amor que perdí, sino que me coloca como valiente.
¿Cómo fue que encontraste el nombre de tu nueva película?
Todo mundo cree que me pongo como meta que los nombres deben ser muy largos pero no es así, la película es en dos épocas y son como dos recetas independientes. Por un lado está la vida inmoral, que es todo lo que te dice la sociedad, todas las cosas a las que tienes que pertenecer o los patrones que tienes que seguir, y la otra parte, es la pareja ideal, que es el primer amor, cuando descubres todo, cuando te dejas ir de boca, de cuando todo es color de rosa, que independientemente que te haya ido bien o mal, no vas a olvidar, la persona por la que hacías locuras que dejas de hacer pues la vida te va moldeando. Entonces es una mezcla de ambos mundos.
¿Qué pasa cuando no estás en el cine?
Estoy con mis amigos, me gusta estar muy cerca a los procesos de ellos, me gusta visitarlos en el set, soy buenísimo para las sobremesas, no salgo mucho de noche, me fascina viajar, regresar a Madrid. Estos últimos años he disfrutado mucho salir de viaje con mi mamá, voy mucho al teatro.
ÓSCAR URIEL
¿Cómo fue tu acercamiento al cine y a tu profesión como crítico?
Hace 25 años estaba estudiando Comercio Exterior y Aduanas en la Iberoaméricana de Tijuana, pues yo soy de la frontera, pero en realidad quería ser conductor de MTV porque me gustaba muchísimo la música. Un día fui a un casting de videos y me quedé, al programa le fue muy bien, después lo compró Televisa y me vine a vivir a la Ciudad de México hace 20 años. Cuando terminó el programa me hablaron para conducir las cápsulas de cine “24 por segundo” y fue ahí cuando me di cuenta que por ese camino quería continuar mi vida, y terminé mis estudios.
¿Tenías alguna inclinación por el cine?
Totalmente, a mí me llevaban al cine y yo me volvía loco, era mi pasatiempo favorito, íbamos muchísimo a ver películas.
¿Fue difícil para ti llegar a la ciudad solo?
Fíjate que no, era muy inconsciente, también era muy joven, llegué a vivir a una habitación en San Ángel, que me rentaba la mamá del productor del programa. Nunca me dio el homesick, pues estaba muy ocupado, además soy muy orientado así que en cuanto tuve un coche me pude mover sin problema con mucha facilidad, yo me siento chilango adoptado desde hace mucho tiempo.
¿Qué cosas te inculcaron tus padres y qué es lo que más les aprendiste?
Creo que lo primero que me inculcaron fue la ética, el ser congruente con uno mismo, el ser honesto, ser agradecido y justo. En mi casa sí fueron muy estrictos con respecto a las reglas, lo cual les agradezco pues todo eso han sido instrumentos para mi formación y para mi desempeño profesional.
¿Cómo consideras que es la relación que tienes con Manolo?
Es muy particular, somos medios hermanos, así que cuando iba a ver a mi papá Gil Caro y pasar el tiempo con él, veía a un niño y sabía que era mi hermano, pero tiempo después, cuando me vine a vivir a la Ciudad de México, recibí un mail donde él me decía que estaba estudiando comunicación, que se quería dedicar a esto y yo creo que pese a que todo el tiempo sabíamos que estábamos ahí, no fue sino hasta que él se vino a vivir acá que empezamos a tener una relación. Ha sido muy chistoso porque creo que nos hemos conocido con el paso del tiempo y con el trabajo, de hecho de producirle la obra “No sé si cortarme las venas”, no fue una cuestión de dinero, sino de hacer un ejercicio de intimidad con él.
Ahora que tienen este acercamiento, ¿qué los une y qué los separa?
Pues mira, yo creo que nos une la pasión por lo que hacemos, los asuntos que tocamos en nuestro trabajo, las ideas, las ganas de contar cosas, creo que los dos tenemos un sentido de practicidad muy grande que es genético. Pero también nos separan muchas cosas como que de repente soy muy temperamental, a veces no estoy muy de acuerdo con sus ideas, aunque claro que las respeto.
Respecto a tu trayectoria, ¿cuál consideras el momento más importante y el más fuerte?
Mi logro más grande fue que un chavito que vivió en el norte del país y que tenía ganas de triunfar, pudo hacerlo y que además pudo inspirar. No quiero decir nombres, pero hace poco necesitaba hablar con un director mexicano e importante para una entrevista que me pidieron, sólo pude conseguir su mail, le escribí y me respondió diciéndome que había sido una gran sorpresa recibir mi correo, que gran parte de lo que hacía lo realizaba en gran parte porque veía mi trabajo en las cápsulas de cine, eso fue muy grato.
* Agradecemos a la Teatrería por las facilidades para esta sesión fotográfica. Tabasco 152, Roma Norte. FB: LaTeatreria, IG: la_teatreria, TW: @LaTeatreria