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La esposa de Jaime Camil no sólo venció el cáncer, sino que además, recuperó el amor por la vida y la fe. Su lucha no fue fácil, pero siempre contó con el amor y apoyo de su familia.
Luego de casi tres años de haber superado el cáncer en la garganta, Tony Starr abrió su corazón y nos invitó a la intimidad de su hogar para platicar con nosotros acerca de su experiencia al haber sido diagnosticada con esta enfermedad. Con la fortaleza que la caracteriza, la filántropa platicó cómo fue que superó esta etapa de su vida, los miedos y pensamientos que atravesaron su mente pero sobre todo, el aprendizaje y los nuevos sentimientos que le dejó este reto en su vida.
Tras cruzar el recibidor de su espléndida casa, nuestra entrevistada llegó a la sala enfundada en un traje sastre, perfectamente maquillada y peinada, conservando el glamour que siempre ha tenido, nos dio la bienvenida con la gran sonrisa y amabilidad que la acompañan.
Convencida de compartir su experiencia, por primera vez, con los lectores de CLASE para crear conciencia sobre ello y también para exponer la importancia del amor, la tolerancia y el apoyo que necesitan los pacientes para salir adelante, Tony inició la conversación definiendo lo que para ella ha sido la experiencia de padecer cáncer de garganta.
“En realidad fue una pesadilla, que aunque con un resultado feliz y positivo, fue muy difícil de llevar. Doy gracias a Dios, a mi familia y a los médicos por ayudarme a sobrevivir, cuando estaba enferma, me sentía tan mal que no me daba cuenta de muchas cosas y es que después de que me diagnosticaron pasé años batallando con el cáncer, estaba enojada con la vida, estaba amargada y me preguntaba por qué me había pasado eso, pero poco a poco me recuperé y aprendí mucho”.
Nos explicó que hace ocho años recibió su diagnóstico, al haber ido a consulta para saber por qué estaba perdiendo la voz y su reacción fue de negación: “Pensé que estaban equivocados, yo creía que la estaba perdiendo por hablar mucho y es que primero fui con un doctor, él tomó unas biopsias y me dijo que no era cáncer, pero mi esposo mandó las placas a Houston para que las checaran nuevamente y de siete patólogos, seis dijeron que había salido negativo y uno dijo que era positivo. Ahí comenzó todo, por supuesto que me asusté, pues yo, en aquél entonces, me sentía perfecta”.
Posteriormente, dijo que se sometió a radiaciones, las cuales aparentemente habían acabado con las células cancerosas, pero cinco años después se volvió a enfrentar con la enfermedad pues había regresado y en el mismo lugar, por lo que de inmediato le realizaron tratamientos con láser, pero debido a que el cáncer seguía expandiéndose, los doctores le dijeron que era necesario operarla para quitarle las cuerdas vocales, para después ponerle una prótesis y así evitar que perdiera el habla, lo cual ella reconoció que no podía creer y mucho menos aceptar.
“Yo no quería que me operaran porque pensaba ‘si me toca, me toca’, y es que yo había tenido una vida divina, con hijos maravillosos, un esposo fabuloso, muchos logros, estaba contenta y pensé que lo mejor era irme así, pero mi familia me dijo que no quería que me muriera, que quería que luchara pero yo no quería vivir sin tener todas mis facultades, sin tener mi voz... Finalmente accedí”.
En este sentido, nos relató el ánimo con el que llegó a su operación: “La cirugía era de más de 20 horas y no entré con miedo, más bien con enojo, estaba muy negativa, entré a la cirugía sintiéndome deprimida, sin disposición de ganar”.
“Yo siempre había tratado de vivir una buena vida, ayudaba, trabajaba para otras causas, tengo un santuario de animales, soy una madre dedicada, le preguntaba a Dios ¿por qué yo?, no lo merecía. Entonces déjame decirte que estaba de un muy mal humor, vi toda mi vida negra. Y es que no me podía comunicar con mis nietos, no podía contribuir un comentario en una comida o una fiesta, no podía hablar cariñosamente con mis animales, estaba muy enojada y frustrada por eso”.
Hoy en día, afirma que no tiene ningún cuidado especial, aunque cada dos años tiene que ir a revisión y aunque afirma que la probabilidad de que el padecimiento regrese es muy poca, admitió que hay momentos en los entra en shock, pues tiene miedo a volver a vivir el mismo proceso, pero puede superar este temor, gracias al amor de su familia y la fe que tiene hoy en día.
Y es que ella nos comenta que fue gracias a sus seres queridos que sacó la fuerza para luchar y seguir adelante, no obstante, también externó que siempre ha tenido una personalidad que la hace cumplir con sus cometidos, sin dejarse vencer en las batallas, por lo tanto, ambas cosas hicieron que enfrentara su depresión y lograra luchar con valentía en esta situación.
Con una sonrisa en el rostro recordó a uno de sus mayores apoyos, su esposo Jaime Camil, de quién afirmó: “Él fue un santo, las primeras tres semanas después de la operación, yo no podía caminar, hablar, ni comer, pues no tenía prótesis, entonces él me cuidó muchísimo. Hoy en día nos reímos porque le digo que fue mi enfermero de tiempo completo, fue increíble conmigo, se lo agradezco con todo mi corazón”.
Del mismo modo, recordó a cada uno de sus hijos, de quienes admitió que estuvieron cada día al pendiente de ella, mostrándole su amor aún cuando -en palabras de ella misma- estaba insoportable, por lo que recomendó a los familiares de quienes estén pasando por esta situación: “Para los parientes es una tristeza muy grande, tienen miedo de que el ser querido se pueda morir, ellos tienen que cargar con sus propios miedos aparte de dar su apoyo al paciente. Cuidar a un enfermo para los que no están en ese lugar, no es fácil y yo creo que siempre hay que hablar con honestidad y tratar de ayudar con amor, apoyo y paciencia”.
Así mismo, hizo hincapié en todas aquellas personas que no son de su familia, pero que la han cobijado con cariño, como sus amistades, contando que —cuando estuvo en tratamiento— la gran mayoría le hablaba continuamente para saber cómo estaba, enviándole regalos para mejorar su ánimo y preguntando si podían visitarla, a lo que ella se negaba a través de su esposo, no sin antes dar las gracias por sus atenciones, pues no se sentía preparada para recibir a nadie, circunstancia que sus amigos entendieron y esperaron a que estuviera lista para volver a socializar.
Otra de las cosas que le ayudaron a salir adelante fue investigar sobre otros casos, pues cuenta: “Me ayudó ver y leer historias de personas que tenían discapacidades mucho más grandes y vivían muy bien, supe de personas con casos graves que daban conferencias o que estaban en las olimpiadas, y eso me hizo ver que no tenía por qué quejarme ya que mis condiciones no eran tan graves como las de otros”.
Acerca de las fases por las que pasó después de la operación, nos dijo que primero fue importante aceptar su condición aún con el enojo, después éste comenzó a disminuir y ahí fue cuando hizo conciencia de su situación: “Pensé en que sí siento la voz muy rara (actualmente usa una prótesis que le permite comunicarse) pero finalmente puedo hablar, no estoy muerta, puedo ver a mis nietos nacer y crecer, puedo platicar en ambientes no muy ruidosos con quien sea, puedo tener una vida con pocas limitaciones, pues hago todo lo que antes hacía”.
Y aunque la alegría abunda en su vida, hay días en los que Tony se siente vulnerable: “Hay veces en las que me frustro, pero aprendí a aceptarlo, a tener gratitud de estar viva y de tener a mi familia a mi lado, a aceptar lo que la vida me da. Salí ganando pues también aprendí a ver las cosas importantes de la vida, lo que es la sencillez, a valorar lo interior y no lo superficial”.
Al preguntarle lo que podría sugerir a las personas que hoy en día pasan por una situación similar a la que ella pasó, Tony comentó: “Aunque es muy fácil decirlo y difícil hacerlo, les recomiendo que no pierdan la fe, que tengan paciencia y que se den permiso de estar enojados, deprimidos, sin ganas de nada, pero que nunca se rindan. Lo que yo aprendí fue que las cosas importantes de la vida son muy diferentes una vez que pasas una experiencia así, son mucho más nobles, positivas, ves un mundo diferente y te dejas de quejar por estupideces”.
Además, la ex modelo recomienda llevar una vida lo más sana posible, haciendo hincapié en que fumar es uno de los principales causantes del cáncer admitiendo que, en su caso, ella cree que su enfermedad fue provocada por tantos años de haber fumado. Señala que quizá, si hubiera elegido un camino diferente al del cigarro, probablemente no hubiera tenido que pasar por ese largo camino de tratamientos y recuperación.
Y al cuestionarla acerca de si se sentía culpable por haber fumado tanto tiempo, ella nos contestó firmemente: “No me culpé, esto fue una consecuencia de no cuidarme y acepté la responsabilidad”.
Hace un año que la también filántropa y ex modelo visitó a su médico para conocer su estado de salud actual, ahí le comentaron que está en excelentes condiciones y aunque ahora tiene que ir cada dos años a revisarse, hoy se muestra feliz con la vida, fuerte y agradecida con cada una de las oportunidades que se le presentan.
“Yo creo que uno puede perder rápidamente la fe, no soy religiosa, aunque creo mucho en Dios y en algún momento sentí que Dios y la vida me habían abandonado, sé que nuestras creencias a veces son difíciles de sostener en momentos de estrés, pero siempre hay que intentar que mantenerlas firmes en momentos difíciles”.
Al finalizar, dimos pie a la sesión fotográfica donde demostró que todavía mantiene intactas sus aptitudes de modelo, pues conserva la vitalidad, elegancia, porte y simpatía que desbordó en cada una de las poses que brindó para nuestra cámara.
Lo más importante es que Tony de nuevo sonríe, tiene una familia unida, se mantiene activa en diversas actividades altruistas y personales. Su testimonio es una muestra de que su lucha contra el cáncer le ha brindado una experiencia de vida que la ha cambiado y cuyo mensaje de esperanza quiso compartir, en exclusiva con CLASE.